La bajada del precio de la leche es una realidad. Las industrias han aprovechado el efecto de la primavera y el consiguiente aumento de la producción para llevar a los ganaderos, de nuevo, a una situación complicada. La bajada de precios generalizada en Europa ha sido la puntilla a la hora de negociar los contratos lácteos para los tres próximos meses. 

Los costes de producción vuelven a sobrevolar en el ambiente pero es la tremenda sequía que sufre nuestro campo la que hace imprevisible lo que pueda suceder tras el verano cuando los productores no tengan alimento que ofrecer a sus animales y, por fuerza, los costes de producción se disparen a cifras estratosféricas. 

Mientras tanto y al rebufo de unos precios hasta ahora razonables las entregas comienzan a invertir su tendencia bajista para asentarse, de nuevo, en el crecimiento. 

La producción en España comenzó a caer en la primavera del año pasado después de meses con comportamientos alcistas. Esa realidad deparó el inicio de una senda de subida en los precios de la leche cruda de vaca. La reducción en las entregas se sostuvo hasta comienzos de este mismo año y, curiosamente, ese fue el momento en el que los ganaderos de este país fueron capaces de hacer valer su voz para determinar en la medida de lo posible el precio al que vender su leche. 

La concentración de la oferta de los productores, como permite e impulsa la ley española y europea, supone abrir espacios de negociación en igualdad de condiciones y justos para todos los eslabones de la cadena alimentaria. Esa misma norma también establece que dentro de las posibilidades existentes está la del control de la oferta por parte de los ganaderos. 

Ese momento del control de la oferta se ha demostrado útil y eficaz para poder exigir cuando menos los costes que conlleva ordeñar. Si el año pasado la producción fue clave para subir los precios de la leche en este momento vuelve a ser la herramienta pertinente para buscar la recuperación de los precios en las explotaciones. 

Industria y productores tienen que ser conscientes de esa realidad si no pretenden que el sector se convierta en un escenario permanente de volatilidad abocado a una especulación insoportable promovida por todas las partes. Mantener la línea de la producción en el nivel suficiente para garantizar la seguridad alimentaria pero sin pasarse para que industria y distribución no se aprovechen de ello será crucial para defender unos precios justos para el ganadero y garantizar la producción.