El precio entre 0,44 y 0,45 euros el litro junto a algunas voces que afirman que el sector está a punto de “cubrir costes” parecen haber suavizado la sensación de catástrofe inmediata a la que se enfrenta el vacuno de leche desde hace un par de años. 

El descenso de la producción ha empujado a la industria a una espiral de competencia natural que, por fin, parece haberse traducido en actitudes distintas a las posiciones de dominio a las que nos tenían acostumbrados. La distribución, por su parte, ha encontrado  la excusa perfecta en el ministerio de Economía y al grito de “inflación” han aprovechado para subir los precios a los consumidores  aunque siempre bajo el criterio de “la leche la vendemos todos al mismo precio” cueste lo que cueste. 

El Gobierno, por su parte, aprovechó la guerra de Ucrania para justificar una esperada, acertada y necesaria subvención de la que, sin embargo, no podemos olvidar que tiene fecha de caducidad. 

Todo lo anterior ha permitido que las páginas de los periódicos y las televisiones se hayan desecho de los ganaderos que tiraban leche durante la huelga de transportes o de aquellos otros que decían que al precio al que está la soja y el maíz no llegarían al verano. 

Los ganaderos, por su parte, bastante tienen con echar horas en sus explotaciones y estos días en sus tierras, lidiando con forrajes y preparando papeles para Hacienda o para las subvenciones de Agricultura. 

El sector lácteo, incluida industria y distribución, tienen que ser conscientes, sin embargo, de que el problema es estructural y que la aparente paz de estos días no deja de ser un remanso en el camino. La rentabilidad de las granjas en España es algo que importa a los ganaderos ¿cómo no? pero también al resto de eslabones de la cadena alimentaria en nuestro país. 

El cierre de la planta de Danone en Asturias es sólo el aldabonazo de salida para una situación que si no se resuelve puede dar al traste con la soberanía alimentaria en España, amén de miles de explotaciones y desgraciadamente ahora también de las industrias y sus trabajadores. Los consumidores serán los siguientes. 

El Gobierno tiene la obligación de hacer cumplir la Ley de la Cadena que él mismo aprobó, las industrias tienen que ser conscientes de que no pueden apretar más a los ganaderos porque si lo hacen seguirán reduciendo su producción con lo que ellos también acabarán cerrando. Lo que hará la distribución nadie lo sabe pero puede que sea un buen momento para preguntárselo a los consumidores.