La inclusión en el decreto 5/2020 de la obligatoriedad de comprar la leche por encima de los precios de costes de los ganaderos fue la respuesta del Gobierno a una demanda extendida en el sector desde hacía tiempo. Las iNdustrias, sin embargo, parecen haber entendido ese claro mandato como una oportunidad para revisar los contratos lácteos a la baja. Parece que las hipotéticas subidas de precios en el mercado a partir del otoño se quieren compensar ahora con bajadas por debajo de los precios de coste y por debajo del sentido común. 

Bajar los precios ahora para compensar posibles subidas futuras es una falta de respecto a la norma establecida por decreto pero además es la clara confirmación de que los ganaderos son contemplados como meras fuentes de financiación para las cuentas de resultados de grandes compañías multinacionales que no reparan en presionar desde sus posiciones de dominio. 

Las industrias lácteas son tan importantes como los ganaderos para que el sector se mantenga y un producto básico como la leche llegue a los hogares de millones de ciudadanos. Esa ha de ser la preocupación que todos los eslabones de la cadena alimentaria debieran tener en cuenta y mucho más después de la experiencia vivida con el bloqueo provocado a nivel global por la pandemia de Covid 19. La economía global hace que todos los países tengan que asumir su obligada relación de importaciones y exportaciones pero hay sectores esenciales como el de la alimentación que necesitan de un planteamiento más responsable y estratégico. 

Estos meses todos nos hemos dado cuenta de lo que suponía haber externalizado la producción de productos esenciales como las mascarillas pero imagínense que eso hubiera pasado también con los productos lácteos que abastecen las neveras de los consumidores. Si no somos capaces de establecer criterios capaces de salvaguardar y planificar la producción de productos esenciales pondremos en riesgo no sólo al sector lácteo sino el estado de bienestar al que nadie va a renunciar. 

El Gobierno tomó la iniciativa a la hora de incluir las cláusulas de costes en los contratos lácteos y ahora le toca garantizar que existen las herramientas suficientes para que eso se cumpla y evitar que la industria aproveche este escenario para hacer justo lo contrario a lo que indica el espíritu de la norma. La “cadena alimentaria” se llama así porque son muchos los eslabones que forman parte de ella y desde los ganaderos, pasando por las industrias, la Administración hasta los propios consumidores tenemos mucho que decir y que aportar para garantizar que el sistema funciona y es capaz de abastecernos de aquello que es irrenunciable.  

Si los consumidores no van a renunciar a beber leche, la distribución no va a dejar de comercializarla y la industria a transformarla entre todos hay que evitar que los ganaderos no puedan producirla con calidad y profesionalidad como vienen haciendo desde tiempos inmemoriales.