Lo normal en una relación comercial donde uno compra y el otro vende es que el primero quiera cobrar más y el segundo quiera pagar menos, esa es una verdad universal independientemente del lugar del mundo donde nos encontremos. Otra cosa bien distinta es que miles de productores tengan que vender su leche a un número muy pequeño de compradores y la base de esa relación sea la de que si no bajas el precio mañana no te compro y como el producto que tienes es perecedero lo perderás absolutamente todo. 

El párrafo anterior es exactamente lo que ocurre a fecha de hoy en nuestro país en la relación que la industria y la distribución mantienen con los ganaderos de vacuno de leche. La normativa ampara y protege a los productores de leche pero la realidad es tozuda y las prácticas comerciales desálales campan a sus anchas en un territorio desconocido para los consumidores y para el gran público. España cuenta con algunas de las leyes más restrictivas a la hora de prohibir la venta por debajo de costes pero los ganaderos se encuentran con que las industrias les presentan contratos donde primero se cierra el precio y después, simplemente, se afirma que se cubren los costes de producción. Al ganadero no le queda más remedio que aceptar esa cláusula sea cierta o no para poder seguir entregando su leche. Las vacas desgraciadamente no tienen un botón de encendido y apagado con el que parar la producción y esperar a que llegue una mejor oferta; los animales continúan comiendo, necesitando medicamentos, atención…. Son seres vivos y no máquinas de hacer tornillos. 

Lo anterior hace difícil que las relaciones entre compradores y vendedores sean sencillas y, sobre todo, cuando en España el 46% de la leche es comprada por, apenas, el 2% de las industrias que operan en el sector. Este es el caldo de cultivo perfecto para que exista una posición de dominio prácticamente inexpugnable. 

El panorama hace difícil la situación y más necesaria que nunca una reforma capaz de dar respuesta clara y concisa a los ganaderos por parte de la Administración mientras el máximo responsable de las Industrias Lácteas se atreve a decir que no les constan el cierre de granjas por falta de rentabilidad. Las declaraciones de Fenil no sólo son falsas sino que son una ofensa para todos los ganaderos de este país. 

Los ganaderos españoles están viendo cómo muchas industrias lácteas empujadas por parte de la distribución está utilizando la pandemia del coronavirus para decir a los ganaderos que el precio de compra de su leche tiene que bajar aún más. Pues bien, si el canal Horeca para el sector lácteo representa sólo el 8% de su consumo y el consumo de los hogares se ha disparado durante la pandemia casi un 20% la disculpa esgrimida para proponer esos contratos es aún más desconcertante. Los precios, por su parte, han sibido en los lineales y los últimos análisis apuntan a que la distancia entre el precio pagado a los productores del sector primario y el precio final en los lineales de compra ha crecido un 46% más de lo que ya marcaba el diferencial registrado antes de la crisis sanitaria. 

La realidad es la que es y habrá que trabajar para resolverla, eso corresponde a las administraciones públicas y a los organismo de control que como AICA reciben el 85% de las denuncias presentadas por problemas relacionados con el sector del vacuno de leche. Lo que no se puede permitir es que, mientras tanto, se hagan declaraciones como las hechas por la Fenil la semana pasada humillando y despreciando a los ganaderos que, según la industria, cierran porque no tienen interés en invertir.