Los árboles no pueden impedir ver el bosque. El sector lácteo español tiene que mirar obligatoriamente al futuro si quiere mantener su capacidad productiva y el abastecimiento sostenible y a precios razonables a los consumidores. 

Las declaraciones vertidas desde la FeNIL quejándose de la falta de competitividad de sus productos por el elevado precio pagado por la leche a los ganaderos son una muestra mas de falta de responsabilidad y falta de visión de futuro. El precio de la leche en España no debe bajar ahora porque si eso ocurre se pondrá en riesgo el futuro a medio y largo plazo de toda la cadena alimentaria. 

Querer fijarse ahora en los precios de la leche en Europa, además de una falta de moralidad teniendo en cuenta que nuestro país lleva décadas con precios por debajo de los de nuestros colegas europeos, es un sinsentido de cara a la sostenibilidad del sector en un país deficitario como el nuestro. 

Las industrias pueden quejarse cuanto quieran de lo barato que resulta traer leche de otros países o importar quesos del resto de Europa pero si la solución que encuentran es seguir asfixiando a los ganaderos españoles todos nos podemos ir preparando para beber leche y comer queso del otro lado de los Pirineos y, lo que es peor, más caros y mucho menos sostenibles medioambientalmente. 

Llevar a los ganaderos a una situación de falta de rentabilidad sólo hará que complicar la ya de por si difícil tarea de buscar relevo generacional y trabajadores para seguir trabajando en las granjas. Los ganaderos de este país cerrarán sus explotaciones pero la industria se verá abocada al cierre ante la falta de materia prima que transformar. Los consumidores podrán ahora beneficiarse de unos precios en los lineales francamente atractivos pero en unos meses, cuando Europa recupere sus precios de referencia echarán de menos a la gallina de los huevos de oro a la que ahora pretenden asfixiar. 

Si un ganadero cierra en este país tengan por descontado que por mucho que suba el precio de la leche ninguno volverá a abrir una explotación láctea. Ese es el gran drama al que acompaña la limitación que al crecimiento de las granjas que resistan determinan las administraciones públicas. 

El sector, desde los ganaderos hasta los consumidores, pasando por las industrias y la distribución, tienen ante si la posibilidad de actuar con responsabilidad o, simplemente, sanear la cuenta de resultados de este año sin reparar en que puede que sea la última.