Los ganaderos han dicho basta y ya son docenas las movilizaciones previstas a lo largo y ancho de todo el país para protestar por el precio al que la industria compra la leche en las granjas y la distribución la vende en sus lineales. El sector no saldría a la calle si las granjas no estuvieran cerrando a marchas forzadas antes de que las deudas sean aún mayores y no sólo pierdan dinero los padres sino que, también, sus hijos se vean abocados a resolver entuertos en el futuro. 

Esas manifestaciones son imprescindibles para visibilizar la crisis que atraviesa el sector, para concienciar a los ciudadanos que en los supermercados son engañados directamente por unas empresas que utilizan la leche como cebo para que después gasten su dinero en otros productos donde los supermercados si que incorporan su margen de beneficio con desahogo. 

El año 2021 toca a su fin con muchas más cosas a sus espaldas además de las movilizaciones anunciadas. El año se despedirá con informes públicos que acreditan que los ganaderos pierden dinero produciendo leche. El año también terminará con una nueva Ley de la Cadena Alimentaria que prohibirá vender a pérdida en todos los eslabones de la misma. 

Por si todo derivado de la legislación y los datos oficiales fuera poco el mercado mundial y el europeo han demostrado que las subidas de los costes de producción se compensan con subidas en el precio recibido por seguir produciendo en esas condiciones. 

Es por todo lo anterior por lo que en este momento el sector ha de estar unido en la movilización pero también y, sobre todo, a la hora de negociar los contratos con las industrias que -no se engañen- seguirán intentando mantener sus reinos de taifas sin importarles cuántos ganaderos se van a la quiebra. 

Las organizaciones de productores lácteos como Agaprol son la herramienta adecuada para abordar este proceso crucial al que se enfrenta el sector. Sólo con el conocimiento de la normativa, la experiencia en el sector y el respaldo de ser una figura impulsada desde las propias administraciones se podrá plantar cara a los gigantes lácteos que toman sus decisiones desde un despacho en París. Hay que negociar antes de firmar y si no lo hacemos así todo lo anterior no habrá servido para nada.