Lo que parecía una consecuencia de la especulación tras la turbulencia de la pandemia por Covid 19 del año 2020 ha venido para quedarse. La subida de las materias primas y los costes de alimentación no sólo se mantienen en el tiempo sino que continúa con su senda alcista. A la soja y el maíz en precios históricos se suma con inusitada fuerza la subida de la energía con la electricidad y los combustibles a la cabeza. 

Este escenario hacía prever hace sólo dos meses que los 390 euros por mil litros de leche era la cantidad mínima para cubrir los costes de producción de una explotación de vacuno de leche. Las cifras, sin embargo, se empeñan en que aquellas previsiones se queden cortas y, en plena negociación de la mayoría de los contratos lácteos en este país, ya nadie pueda dudar que la leche tiene que subir por encima de los 400 euros para el presente ejercicio. 

Los contratos para este año 2022 tendrán que cumplir con la nueva normativa que impide vender leche por debajo de los costes de producción y para ello tendrá que cumplir con una de estas dos posibilidades. La primera de ellas sería la de recuperar masivamente el formato de contrato indexado para de ese modo intentar compensar las más que previsibles subidas de los inputs en las explotaciones durante los próximos meses. En cualquier caso, la clave estará en el precio de partida que, por normativa, nunca podrá estar por debajo de los costes de producción a fecha de hoy. 

La segunda opción -como marca la Ley- serán los contratos a precio fijo. En esta modalidad el reto estará en determinar un precio capaz de enjugar las subidas previstas en los costes de producción y la energía. Si la industria pretende estabilizar su suministro de leche con este modelo tendrá que ser consciente de que -como si de una hipoteca se tratara- tendrá que elevar aún más su oferta de partida. Este margen de duda no vendrá marcado sólo por la lógica dentro de un mercado en el que la leche cada vez se mueve más y tiene más compradores dispuestos a pujar por ella sino que lo hará fundamentalmente porque la Ley así lo dicta. Cualquier contrato que esté por debajo de los costes de producción durante tres meses será nulo a todos los efectos. 

Si la industria no está dispuesta a entender el mercado y la normativa, la situación tendrá que derivar obligatoriamente en contratos a corto plazo que imprimirán aún más incertidumbre en un sector en el que la demanda crece, la producción baja mes a mes y es imposible traer leche de fuera por sus altos precios. 

Cualquiera de las anteriores opciones, además, pasa porque la leche supere en 2022 la barrera psicológica de los 400 euros por cada mil litros.