La producción de leche de oveja en España durante el mes de marzo se desplomó un 9%. Esta es la bajada más importante en un lustro y deja claro el difícil momento por el que esta atravesando el sector. Este descenso está directamente relacionado con la bajada de precios impuesta por la industria láctea desde los picos del año 2024.
La ganadería de ovino tiene problemas de base que los ganaderos conocen a la perfección como es el de la falta de mano de obra para poder garantizar el futuro de las explotaciones pero si a ese problema estructural se le une la falta de rentabilidad nadie puede esperar que los ganaderos continúen trabajando por pura tradición o por amor al arte.
La reducción del precio en los contratos firmados desde el último trimestre de 2024 se ha convertido en una reducción de la producción que algunas industrias han asumido ante una previsión de descenso en consumo final. Esta situación es la que se ha aprovechado no para ajustar la producción necesaria en el sector sino para apretar a los ganaderos vía precio. Esta decisión unilateral de la industria láctea ya tiene antecedentes y cuando se lleva al sector primario hasta el límite la posterior respuesta es difícil de calcular.
No sólo es de recibo que las industrias paguen un precio justo por la producción de los ganaderos de ovino sino que es de sentido común. Los ganaderos continuarán cerrando al dramático ritmo que lo están haciendo ahora pero es que las industrias pronto verán cómo la falta de leche les impedirá trabajar independientemente del tan traído y llevado descenso del consumo. Poca o mucha pero sin leche que transformar se acabaron las industrias.
La competencia de otros productos en el marco de los quesos es cierta pero no cabe duda que el sector no puede hacer frente a la misma por la vía de que sean los ganaderos los que asuman en exclusiva el problema. Puede que ya no se necesite tanta materia prima como antaño pero no cabe duda de que consumidores sigue y seguirá habiéndolos. En mano de la industria está revertir esta situación que perjudica directamente a los ganaderos en el corto plazo pero no cabe duda que terminará afectando también al resto de los eslabones de la cadena, empezando por la industria láctea y terminando por los consumidores. La sostenibilidad del sistema es responsabilidad de todos los implicados en el mismo.