El Gobierno ha decidido que la fuerza que suman industria y gran distribución frente a los ganaderos de vacuno de leche de este país es poca y lo ha demostrado sumándose a ellos para bajar el precio de la leche en las granjas. 

La vicepresidenta Calviño y el ministro Planas han dedicado la semana a poner en el foco de la opinión pública los precios pagados por la leche en el campo para, de ese modo, justificar el disparatado precio que ha alcanzado la cesta de la compra para millones de familias de nuestro país. 

La Cadena Alimentaria de este país tiene ahora un nuevo eslabón en forma de Gobierno volcado en echar balones fuera y responsabilizar al más débil de los errores actuales y, sobre todo, de los del pasado. 

Calviño y Planas dicen que los ganaderos tienen que bajar los precios en el campo porque han recibido ayudas y porque la energía ha moderado sus precios. Además, recuerdan que en este país hay ellos mismos dictaron una Ley de la Cadena Alimentaria que prohibe vender a pérdidas. 

Lo que ninguno de los dos responsables políticos, la distribución a la que presionan para que baje los precios y la industria que asiste atónita al espectáculo quieren reconocer es las ayudas se dieron porque el sector ya producía a pérdidas mucho antes de que estallara la Guerra de Ucrania y algunos encontraran en ella la disculpa perfecta para justificar la crisis que se venía padeciendo desde, al menos, un año antes. 

Tan evidente es que ni Calviño ni Planas cuentan toda la verdad es que el Observatorio de la Cadena se desarrolló en el año 2020, mucho antes de que Putin comenzará a masacrar a Ucrania. Ese observatorio y el estudio de costes de producción de la Cadena nacieron porque ya en esa fecha era imprescindible atajar una situación que conducía indefectiblemente a la desaparición del sector. El Gobierno tomó cartas en el asunto entonces porque nadie podía creer que en España se siguiera vendiendo la leche al mismo precio durante treinta años. Ahí es donde estaba el problema y no en que ahora la luz bajara unos céntimos en el mes de febrero. 

Ese mismo observatorio de la cadena, las leyes y decretos surgieron entonces porque algo pasaba. Lo más triste es que después de promulgadas y bendecidas todas esas normas han quedado en papel mojado. Los instrumentos encargados del cumplimiento de las mismas se vuelven a encomendar a nuevos grupos de trabajo mientras, sabiendo lo que ocurre, miran para otro lado porque tienen en la inflación la mayor de sus patatas calientes y pretenden que los ganaderos, de nuevo, se hagan cargo de la cuenta que no han querido pagar hasta ahora. La que faltaba para el duro.