La gran distribución y la industria láctea llevan años descapitalizando el sector lácteo español. Son miles las explotaciones lecheras que han tenido que cerrar sus puertas ante la falta de rentabilidad y de relevo generacional. 

Ahora, en plena crisis por la guerra en Ucrania, la ganadería de este país ve cómo, una vez más, los transformadores y los distribuidores pretenden hacer cargar con los efectos del desastre a los ganaderos. 

El coste de materias primas básicas en la producción lechera como la soja y el maíz han alcanzado ya precios inasumubles pero lo peor, desgraciadamente, todavía no ha llegado. El drama que están viviendo millones de ucranianos tras la invasión rusa debiera ser motivo más que suficiente como para echarnos las manos a la cabeza pero es que, ademas, el resto de Europa y España especialmente, verán ahora cómo el abandono del sector primario hará florar una crisis energética pero también de carácter alimentario. 

Lo precios y el acceso a las materias primas para seguir produciendo un bien básico como es la leche serán claves en los próximos meses. El problema no será sólo que la inflación se dispare sino que en esta situación será imposible seguir produciendo y el riesgo de desabastecimiento es claro. España ya era un país deficitario en productos lácteos pero si la industria -presionada por la distribución- no está dispuesta a pagar lo que cuesta producir un litro de leche, las estanterías se quedarán vacías porque las granjas tendrán que sacrificar sus animales. 

Traer leche de otros países será una tarea imposible porque el resto de Europa también viene reduciendo su producción de forma continuada y la que se mantiene lo hace a aprecios inalcanzables para los consumidores españoles. Eso si que será un proceso inflacionista ligado a una pérdida insostenible de la soberanía alimentaria. 

España es el tercer país donde menos se paga por la leche de toda la Unión Europea. Nuestro país viene ocupando posiciones similares en tan triste escalafón desde hace años y eso ha hecho que el endeudamiento al que se han visto sometidas las explotaciones haga imposible que, ahora, se pueda asumir una situación de crisis como la actual.

La ‘teta’ de los ganaderos no da más y no sólo porque sus vacas valgan más en el matadero que en la sala de ordeño sino porque sus maltrechas economías no pueden seguir siendo las financiadoras de la industria y la distribución. Los ganaderos de este país no pueden seguir dando de comer a sus vacas ni a quienes mantienen los lácteos en sus lineales como productos reclamo para seguir amasando fortunas a costa de las granjas y los consumidores.