Las industrias lácteas han elaborado un nuevo argumentario para justificar su negativa a subir el precio de la leche. Ahora lo que toca decir es que la leche es más barata en Francia que en España. Esto se suma al ya tradicional argumento sobre la siempre “previsible” bajada del consumo.
Es paradójico que cuando la leche estaba más cara en Francia y en España no se cubrían los costes de producción, la respuesta de las industrias y la distribución a los ganaderos españoles siempre era que “los costes de producción son muy difíciles de calcular” aunque se estuvieran cerrando 70 granjas de vacuno de leche al mes.
Ahora desde la industria si se argumenta que todos los eslabones de la cadena tienen que ser sostenibles y que dada la subida de precios en el campo, ellos también quieren lo suyo. Es curioso porque mientras para los ganaderos la leche ha subido 18 céntimos en el lineal eso se ha convertido en 28 para los consumidores. Ese porcentaje será fruto de la subida de precios que industria y distribución también han soportado. La diferencia está en que, mientras los ganaderos no queremos que nadie tenga que cerrar sus negocios, hasta ahora nadie se había acordado de las explotaciones familiares, de la despoblación y de la ruina que suponía producir leche a precios irrisorios.
Todo el mundo sabe lo que cobra un ganadero por un litro de leche porque nos obligan a contarlo y lo mismo ocurre con la distribución con el PVP. La incógnita se cierne siempre sobre quien tiene todo el derecho del mundo a no decir cuánto gana o pierde puesto que los precios de cesión entre industria y distribución son secretos.
Traer la leche de Francia cerraría granjas en España y dolería en el bolsillo de los consumidores porque aunque allí, ahora mismo, la leche es cuatro céntimos mas barata el mero hecho de traerla supondría otros nueve de transporte. Los ecologistas que hablan de los pedos de las vacas tampoco estarían muy conformes porque si comparas a una vaca rumiando con mil kilómetros de camión entre Normandía y Madrid no hay color.
Por otra parte habrá que esperar a ver qué hace el Gobierno francés con sus ganaderos a partir del uno de enero cuando entren en vigor los nuevos contratos lácteos en aquel país y, no les quepa duda, los precios también cambiarán o las ayudas públicas se tendrán que multiplicar.
Si fuera aquí ese riesgo no existiría porque poco importa lo prometido o legislado. Y es que ya son muchos los que esperan el informe de precios que el ministerio de Agricultura prometió publicar a partir de enero de 2023. Puede que el informe llegue ahora por presión de la industria y la distribución y, causalmente, lo haga a la vez que la amenaza cumplida de poner tope a los precios de la cesta del supermercado.