Un ganadero recibía en el año 1994 31 céntimos de euro por litro y en 2020, 26 años después, el mismo ganadero recibe por su producción 32 céntimos de euro por litro. 

Las estadísticas demuestran que la evolución de los precios que reciben los ganaderos por su leche no se corresponde con los costes reales de producción que soportan. La subida de la alimentación desde el pasado mes de octubre es sólo uno de los indicadores del escenario irreal que soporta el vacuno de leche. Sólo la subida de la soja y el maíz ha provocado un encarecimiento en los costes de producción de más de 30 euros por tonelada durante los últimos cuatro meses sin que nadie se avenga a renegociar los precios fijos que aparecen en muchos contratos lácteos y que difícilmente se traducen en variaciones reales en los que utilizan algún tipo de referencia a índices externos.

Las facturas de contratos lecheros que aparecen junto a estas líneas corresponden a ganaderos medios que entregaban su leche en el año 1994 y en el año 2020. El análisis de las facturas demuestra sin contemplaciones que hace 26 años un ganadero recibía por su leche 53 pesetas por litro o, lo que es lo mismo, 31 céntimos de euro por litro. Un ganadero de características similares el pasado año recibía por su producción en nuestro país los 32 céntimos por litro que se observan en la factura adjunta. 

Esta situación no se corresponde a dos explotaciones con características extraordinarias sino a dos explotaciones medias. La diferencia de precio, un cuarto de siglo después, es de a penas un céntimo de euro por litro de leche cruda de vaca.

La evolución del IPC para los ganaderos y sus familias, así como el encarecimiento de procesos productivos tan esenciales como los controles de bienestar animal, la sostenibilidad medioambiental o los exigente y necesarios controles sanitarios no parece que puedan ser sufragados con ese céntimo a mayores que los ganaderos reciben después de 26 años y que se puede comprobar no sólo en las estadísticas sino también en estas facturas de la leche.  

Cualquier ganadero, cualquier industria láctea y cualquier distribuidora saben que no sólo los costes sino también la vida ha subido mucho más que lo que representa ese exiguo céntimo que aparece en las facturas.