La distribución de todo el país, encabezada por Mercadona, se han lanzado a una carrera vertiginosa para ver quién es capaz de bajar más los precios de los alimentos básicos. La medida, sin duda, satisfará en parte los bolsillos de los consumidores pero, sobre todo, servirá para dar respuesta a las presiones del Gobierno para que la inflación se sujete como se pueda y caiga quien caiga. 

La leche líquida parece no estar, al menos todavía, entre los productos estrella que todas las grandes cadenas de distribución han decidido bajar de precio. Los quesos, los yogures y otros derivados lácteos, sin embargo, si que se encuentran en las interminables listas de productos que por arte de magia y casualmente al mismo tiempo todos han decidido bajar de precio en sus lineales. 

Después de las presentaciones de los históricos resultados de todas las grandes compañías de distribución cabría pensar que la bajada de precios se realizará a costa de sus márgenes de beneficios. La realidad, sin embargo, vuelve a ser tozuda y la decisión no tiene nada que ver con ese presunto altruismo sino con la necesidad que todos ellos tienen de seguir vendiendo al mismo precio aquellos productos básicos por los que la gente va al supermercado para después seguir haciendo caja con el resto de sus catálogos. 

Es curioso que el queso, los yogures o los produtos lácteos vayan a bajar todos al mismo tiempo y en las mismas cuantías. El descenso del precio en el campo todavía no se ha producido y la leche en las granjas sigue costando lo mismo que los últimos tres meses pero curiosamente todos los implicados; industrias, distribución y administración saben que va a bajar y cuánto lo va a hacer. De hecho esta es la mejor demostración de donde se conforman los precios en la Cadena Alimentaria de este país. 

Ante esta tesitura sólo resta la posibilidad de reducir la cabaña ganadera para que la producción se resienta y el problema de industria y distribución no sea competir entre ellas para ver quién es más contundente a la hora de imponer los precios a los ganaderos sino para ver quién se queda sin leche que transformar o con los lineales vacíos. 

La leche seguirá entrando barata de Francia pero alguien debería pensar por cuanto tiempo. Si el actual espejismo de precios bajos derivados de la “primavera” francesa fuera eterno las decisiones actuales tendrían sentido pero sino es así lo único que conseguirán es enterrar un sector a cuya puerta no podrán llamar cuando la leche de importación esté en los lineales a 2 euros y los consumidores y el Gobierno protesten porque la inflación se les va de las manos otra vez.