Podría ser comprensible que cualquier miembro del Consejo de Ministros saliera a la palestra a decir que hay que bajar los precios de los alimentos. El argumento sería sencillo, la situación económica y la inflación galopante están haciendo sufrir a miles de familias en nuestro país. Esa declaración que sería lógica para cualquier miembro del Gobierno, sin embargo, no tiene sentido para el titular de la cartera de Agricultura, Luis Planas, y menos aún si la misma se realiza en el Observatorio de la Cadena Alimentaria. 

Los agricultores y ganaderos de este país vienen sufriendo una situación de ruina, vendiendo por debajo de sus costes de producción, cerrando explotaciones y abandonando el medio rural desde mucho antes de que a Putin se le ocurriera invadir Ucrania. 

El ministro de Agricultura no puede olvidar que para los agricultores y ganaderos de este país volver a la situación anterior es lo mismo que decir que vuelvan ustedes a perder dinero para que lo ganen las industrias, la distribución y si después tienen que cerrar, apáñenselas como puedan. 

El titular de Agricultura sabe perfectamente que su declaración en el Observatorio de la Cadena Alimentaria es dar una botella con gasolina a la industria y la distribución que, en ningún caso, van a ver reducidos sus márgenes sino que pretenderán, una vez más, hacer uso de su posición de dominio sobre los productores del sector primario. 

Es irresponsable y alejado de la realidad decir que todos los eslabones de la cadena alimentaria tienen que entender que los precios tienen que bajar porque han enviado unos barcos con maíz desde Ucrania o que la energía eléctrica ha bajado. El problema del sector primario en este país viene de mucho antes y el ministro lo sabe perfectamente. 

Devolver a la ruina a agricultores y ganaderos no será la solución a los precios de venta al público y a la situación inflacionista pero es que, además, tampoco será la solución para los consumidores. La leche en España ha subido hasta los 94 céntimos después de 30 años estancada en precios irrisorios. El ministro también debería haber informado a los ciudadanos de que esos precios a los que compraban la leche hace tan sólo unos meses simplemente son falsos, ridículos y, además, insostenibles.

Los discursos políticos no pueden basarse exclusivamente en el número de “aplaudidores” sino en el ejercicio de la responsabilidad y el servicio público. Si no es así -como en este caso- el ministro también debiera explicar a los mismos consumidores que si se bajan los precios lo único que se  conseguirá son despensas vacías porque nadie trabajará para llenarlas.