Las negociaciones previas de la futura Política Agraria Común (PAC) ya apuntaban contenidos claramente vinculados al medio ambiente, el bienestar animal y el cambio climático. El Parlamento Europeo ha confirmado esas tendencias y ha mostrado su apoyo a que las ayudas que recibirán los ganaderos y agricultores europeos estén fuertemente condicionadas por estos factores. Así el 35% de las ayudas tendrán que ver con bienestar animal y el aspectos agroambientales así como otro 30% estará condicionado a contemplar medidas contra el cambio climático. 

La Unión Europea ha demostrado también su intención de llevar estas nuevas normas hasta sus últimas consecuencias con el aumento de las sanciones en caso de incumplimiento de la mismas. De este modo las sanciones alcanzarán el 10% frente al 5% establecido en la actualidad. 

Los ganaderos españoles tendrán que adaptar sus explotaciones a estos nuevos criterios para cumplir y poder recibir los fondos europeos pero, además, tendrán que asumir que sus competidores en el marco de la Unión establecerán estos criterios como el nuevo modelo de competitividad con el que intentar imponerse en unos mercados cada vez más globalizados. 

El nuevo escenario significa que ya no sólo se va a competir por precio sino que otros muchos factores intervendrán de forma directa en la forma de trabajar de los ganaderos europeos. El debate sobre si las ayudas serán capaces de cubrir el esfuerzo necesario para adaptar las granjas a las nuevas exigencias siempre estará sobre la mesa y, a buen seguro, no tendrá una respuesta satisfactoria. Otra cosa bien distinta es que perder el tren en las cuestiones medioambientales y de bienestar animal sacará del mercado a los productores no sólo por su capacidad de producir al mejor precio sino por el tipo de producción que lleven a cabo conforme a los nuevos criterios. 

Los ganaderos españoles llevan años percibiendo menos por su producción que sus colegas europeos. Esta es la hora en la que con criterios de producción cada vez más homogéneos y el cumplimiento de los mismos ni industrias, ni distribución podrán argumentar que los requerimientos para los ganaderos españoles son menos exigentes que los del resto de países. 

El esfuerzo que va a significar adaptarse a los nuevos criterios de la PAC va a ser muy grande pero también puede convertirse en la oportunidad de equiparar en cuanto a precios se refiere lo que se produce en Francia o Alemania con lo que se produce en España. El reto para todos está servido.