El vacuno de leche se encuentra estos días envuelto en una falsa polémica sobre la subida de los precios de la leche en los lineales de los supermercados.
La industria y los supermercados se afanan en afirmar, -con la anuencia del Gobierno- que la subida del precio venta al público de la leche no puede ser tan alto porque, incluso, la disparatada inflación está por debajo de esos niveles. Los consumidores, por su parte, ven en el ascenso del precio de los derivados lácteos y de la leche líquida una jugada maestra de quienes quieren aprovechar el río revuelto para hacer ganancia de pescadores a costa de sus bolsillos.
Sin embargo, nada de lo anterior es cierto. Las industrias tienen que asumir, de una vez por todas, lo que cuesta producir un litro de leche y olvidar la posición de dominio de la que se han aprovechado durante décadas.
La distribución, por su parte, puede entender ahora que falta leche que la utilización de la leche como producto reclamo no es más que un “bordear la ley” y que, además de perfilar su estrategia de competencia entre supermercados, ha llevado a la ruina del sector lácteo en nuestro país.
Los consumidores tienen, a su vez, la oportunidad de reflexionar sobre si el precio que tienen que pagar por la leche es justo o, por el contrario, el que se estaba pagando hasta la fecha era realmente, justo y racional.
El momento de crisis que atraviesa la sociedad en su conjunto puede olvidarse pero esa tampoco es disculpa para que sean los ganaderos los que vuelvan a poner de su bolsillo lo necesario para compensar aquello que ahora pueden dejar de ganar el resto de eslabones de la cadena alimentaria.
Arrancar un razonamiento desde una falacia es lo que tiene, puedes convencer en primera instancia pero después viene la realidad y te chafa el cuento. En este caso la realidad es que se está dejando de producir leche y que eso ocurre por algo tan sencillo como que los ganaderos llevan tantos años perdiendo que no aguantan más.
Subir el precio de la leche no va a evitar la pérdida de explotaciones pero puede garantizar un descenso más moderado. De esa situación se beneficiarán los productores que eviten el cierre pero, no lo olviden, sobre todo se beneficiarán las industrias, a distribución y, por último, los consumidores.