El ministro de Agricultura, Luis Planas, acudía la semana pasada a Bruselas para advertir a las autoridades comunitarias de la subida de los precios de la alimentación para la ganadería. El bienintencionado ministro explicaba, además, que los ganaderos de nuestro país tienen muy difícil repercutir esa subida de precios al resto de los eslabones de la cadena encarnados en la industria y la distribución. Para ese viaje no habían hecho falta alforjas. 

El ministerio dispone de las herramientas, normativas y medios para hacer cumplir las leyes vigentes en nuestro país sin necesidad de recurrir a instancias europeas. Igual que la Guardia Civil sanciona a un ganadero por incumplir la norma medioambiental, la Administración debería multar de forma ejemplarizante a aquellas industrias que no paguen al ganadero por encima de sus costes de producción que no es, ni más ni menos, lo que dice la Ley. Está claro que para unas cosas los ganaderos sí son sujetos de derechos y obligaciones pero las todopoderosas industrias y cadenas de distribución sólo lo son de derechos. 

El Gobierno se dedica ahora a contar las miserias de nuestro país en Bruselas mientras en España la administración del Estado y las autonómicas se dedican a pasarse la pelota las unas a las otras. Si las competencias son estatales en cada autonomía responden raudos que la solución la tiene el Estado. Cuando vas a reclamar al Estado, éste te dice que la competencia de vigilancia es de las comunidades autónomas. Entre unos y otros, la casa sin barrer. 

El sector del vacuno de leche de este país sabe perfectamente que cuando incumple con algo -por nimio que sea- alguien llegará para sancionarle. Esos mismos ganaderos también tienen claro que cuando denuncia a la industria vulnerar la ley con contratos ilegales por no cubrir sus costes de producción lo único que le queda es ir de ventanilla en ventanilla y que le contesten que la competencia es de otro. Vuelva usted mañana. 

El sector lácteo tiene que demostrar su peso real en el marco de la Cadena Alimentaria y, sobre todo, del mercado. Ese papel preeminente -ahora parece utópico- sólo tiene una posibilidad de convertirse en realidad en la negociación colectiva de la leche. 

Este año 2021 es uno de los mas importantes de la historia del sector porque lo que está en juego es su supervivencia. El tamaño y la presión es lo que les funciona a industria y distribución y ese juego los ganaderos sólo lo pueden ejercer a través de las OPLs que, como Agaprol, han de jugar un papel trascendental para que los productores ocupen el lugar clave que se merecen en la cadena alimentaria. Está claro que si no son los ganaderos unidos los que hacen algo, el resto se dedicará a pasar la pelota hasta que desaparezcan.