Si alguien se imaginaba hace a penas un par de años que la leche iba a dejar de costar 59 céntimos en España probablemente le habrían llamado loco. Y lo hubieran hecho porque de forma tan incompresible como cierta el litro de leche en los lineales de los supermercados de nuestro país llevaban treinta años costando lo mismo. Cuando las industrias lácteas, forzadas o no por la distribución, decidieron someter al sector lácteo a una situación económica insostenible, comprando leche por debajo de costes, todo saltó por los aires. Los consumidores se volvieron locos al ver que faltaba leche en los lineales y todos los supermercados decidieron que ya era hora de salir al campo a buscar leche al precio que fuera. Las grandes superficies dijeron a sus proveedores que no les importaba que tuvieran que pagar más pero que ellos no estaban dispuestos a ser los únicos del mercado que no tuvieran producto que ofrecer a sus clientes. 

Una vez superado ese escenario en el que la leche superó los sesenta céntimos por litro en el campo la situación se ha reajustado y los ganaderos españoles han visto cómo su producción se ha depreciado más de diez céntimos hasta llegar a los poco más de 50 que se pagan en la actualidad. Los ganaderos han entendido todo lo que pasó en aquel último trimestre de 2022 e, incluso, todo lo que ha venido después. La cuestión es que ahora todos los eslabones de la cadena son sostenibles. Los ganaderos ajustan sus márgenes aunque sigan aterrorizados ante posibles nuevas subidas de las materias primas, las industrias lácteas viven una situación similar puesto que su relación con la distribución ahora se basa en un producto que cuesta 89 céntimos en el lineal y no 59 como antaño y la distribución sigue tranquila porque el consumo crece y la leche sigue siendo un producto reclamo pero sin riesgo de desabastecimiento para sus clientes. 

Ante todo esto ¿qué sentido tiene volver a llevar a los ganaderos a una escenario de pérdidas? La respuesta siempre se sitúa ahora en los precios de Europa. Por supuesto que el diferencial en este momento existe pero nadie debiera olvidar que cuando Europa suba y lo hará nadie podrá llegar y decir que necesita leche de aquí porque volverá a no haber vacas que la produzcan. El dicho es claro ¿para qué cambiar algo cuando funciona? Pues eso, que bajar el precio de la leche no tiene sentido por mucho que a algunos el afán de batir récords con la cuenta de resultados le resulte tan tentador que puedan matar a la gallina de los huevos de oro o a la vaca de la leche barata, como prefieran.