España todavía sigue varios céntimos por debajo del precio medio pagado por la leche en Europa. Ese diferencial incuestionable hace que nuestro sector productivo continúe mirando con envidia la situación del resto de colegas europeos que en estos momentos perciben 53,65 euros por cada 100 Kg. mientras que en nuestro país la cifra se queda más de cinco céntimos por debajo con 48,06 euros por cada 100 Kg.
La primavera y los contratos que se están firmando durante las últimas semanas para la leche que se entregará en nuestro país hasta el otoño hacen pensar, sin embargo, que las posibilidades de aminoración de ese diferencial son ciertas. Unas subidas de precio que, no obstante, hay que leer en relación a la subida que también están experimentando los costes de alimentación y la incertidumbre que sobre los mismos incorpora la guerra arancelaria iniciada por los EE.UU. En ese escenario de turbulencias pero con crecimiento de la demanda de los consumidores y falta de leche es en el que se tiene que desenvolver el resto del ejercicio desde el punto de vista del precio de la leche cruda.
Agaprol OPL ya anuncio el pasado año que el prefijo para el precio de la leche en 2025 tenía que ser el “5”. Por supuesto que el margen que ofrece ese “5” es muy amplio pero lo que deja claro es que oferta y demanda tienen que entenderse para poder ser sostenibles en el tiempo y, sobre todo, garantizar un futuro viable para todos los eslabones de la cadena alimentaria.
La industria todavía tiene mucho que avanzar en ese reconocimiento del sector primario pero ese reconocimiento de la necesidad de materia prima que se repite cada vez más debe hacerla entender que en esta partida todos los jugadores son necesarios.
La subida explosiva de los precios tras la crisis de 2022 debe de ser el primer recordatorio a la hora de plantear contratos a medio y largo plazo en nuestro país. Llevar al sector productivo a situaciones insostenibles económicamente sólo puede deparar distorsiones sin fundamento basadas en el pánico del momento. Esos vaivenes no benefician a nadie y la responsabilidad de seguir avanzando en la estabilización y la garantía han de ser competencia de todos. Para eso hace falta que nadie venga a poner palos en las ruedas y que el futuro se base en el reconocimiento de unos márgenes económicos suficientes para los ganaderos como primera y fundamental garantía de la permanencia del sector en nuestro país.