La leche ha subido en España un 28% durante el último año, en Europa la subida ha sido del 33%. Estos fríos datos estadísticos se traducen en que los ganaderos españoles perciben por su producción mas de 430 euros por mil litros y en Europa esa cifra ya supera los 500 euros. 

La siguiente pregunta es fácil ¿hasta cuándo puede seguir subiendo la leche en las granjas? Esta situación inflacionista no es la deseada por ninguno de los eslabones de la cadena alimentaria y esta vez sí, comenzando por los ganaderos. Los productores no quieren convertir las negociaciones por el precio del producto de su trabajo en una carrera sin fin capaz de agotar el mercado. Lo que se pretende sólo es cobrar por lo que hacen un precio justo y capaz de cubrir, al menos, los costes de producción que soportan. 

Primero fue el colapso global derivado de la inestabilidad generada por la pandemia de Covid 19, después el desabastecimiento de materias primas por la guerra de Ucrania y, ahora, la desbocada inflación que afecta a todo el planeta. Esas son las verdaderas causas del incremento del precio de la leche pagado a los ganaderos. Nadie en el sector se está beneficiando de tan extraordinarias subidas de precio puesto que los costes que se están asumiendo superan con creces ese 28% de subida en el precio y rondan, en el caso de la alimentación animal, el 50%. 

De hecho, sólo hace falta revisar el índice de cierres que soporta el sector desde hace década pero que se agranda año tras año. Cada día cierran en nuestro país dos explotaciones lecheras. Esa es la más triste y cierta confirmación de que con la leche no se gana dinero por muy cara que ahora parezca estar. 

El abandono de las explotaciones está provocando un serio problema de desabastecimiento y, por primera vez, son las industrias las que están teniendo que salir a “comprar” leche en lugar de que se la “vendan” para no tirarla por el desagüe porque en 24 horas no vale nada. 

Esta crisis debería enseñar a todos el verdadero valor de lo que lleva años siendo un producto reclamo en las estanterías de los supermercados. La industria ha de saber que su bien más preciado es y será la leche y que la misma sólo sería un sueño sin ganaderos capaces de producirla. Los consumidores, por su parte, verán claramente que el precio al que se pagaba la leche era “falso” y que si en el futuro quieren seguir disfrutando de este bien básico deberán exigir a distribuidoras e industrias lácteas que cuiden al primer eslabón de la cadena; los ganaderos.