El ministro de Agricultura italiano salía esta misma semana a la palestra para anunciar un acuerdo entre productores, industrias y distribución por el que la leche en su país subía cuatro céntimos. El acuerdo supone que los ganaderos italianos percibirán, como mínimo, 41 céntimos de euro por cada litro producido. 

Mientras los italianos alcanzan acuerdos globales, en Francia las industrias -algunas operan en nuestro país- y la distribución -también operan en nuestro país- alcanzan acuerdos a tres bandas con las organizaciones de productores por los que establecen precios de compra para garantizar la supervivencia del sector.

En España, mientras tanto, el ministerio ha vuelto a convocar otra reunión. El día 29 la cita será con el ministro Planas par hablar de la sempiterna Cadena Alimentaria, es decir, una edición ampliada de la Mesa del sector Lácteo celebrada la semana pasada y de la que sólo se pudo extraer una conclusión; “volverá a reunirse en diciembre”. 

El Estado no puede imponer precios pero lo que sí está claro es que en el resto de Europa se alcanzan acuerdos con su mediación. En España, como mucho, aspiramos a que nos digan “vuelva usted mañana” o “la semana que viene volveremos a reunirnos”. Nuestro país cuenta con la legislación suficiente para garantizar acuerdos que no conviertan el sector lácteo en un sector intervenido y, sobre todo, cuentan con un mercado en el que sube la demanda, bajan las entregas y es deficitario en cuanto a producción. 

El “vuelva usted mañana” ya no sirve y o se toman medidas contundentes de inmediato o el sector desaparecerá sin posibilidad de retorno. 

Ser ganadero ya es suficientemente duro como para que, además, haya que perder dinero ejerciendo el oficio. Si este mes de diciembre las cosas no cambiar que nadie espere que las granjas que cierren vayan a volver a abrir.

El Gobierno puede tener miedo a la inflación, las industrias a su propia competencia y los consumidores a que les suba ahora la cesta de la compra pero es que en unos meses no quedarán ganaderos que produzcan, industrias que transformen, ni consumidores capaces de comprar tan barato como ahora productos. 

“Vuelva usted mañana” ya no es una respuesta porque, desgraciadamente, ya no habrá dónde volver.