El proceso de negociación de los contratos que estarán vigentes durante el último trimestre del año se presenta, más que nunca, trascendental para el futuro del sector lácteo. Hasta la fecha los ganaderos y las industrias estaban acostumbrados a enredarse en disputas sobre la necesidad de hacer cumplir ese ingente compendio de leyes que, de una u otra forma, dicen que no se puede pagar por debajo de los costes de producción. 

Una vez comprobado en sus propias carnes que los diferentes gobiernos se encargan de redactar leyes que después nadie hace cumplir, ahora llega el turno a lo que parecía que nunca iba a ocurrir. Las industrias buscan leche y están dispuestas a pagar por ello. No se entienda esto como que las industrias lácteas han decidido convertirse en las “buenas samaritanas” sino que realmente ven cómo la competencia entre ellas puede ser un temible enemigo al que tener muy en cuenta. 

No hay todavía ninguna sentencia sobre los posibles acuerdos entre las industrias para determinar el precio de la leche a pagar a los ganaderos pero en la situación actual no haría falta ni la sentencia judicial. Entre ellas ya no se fían porque el riesgo no es pagar un poco más por la leche de lo que paga tu competencia, el riesgo es que esa misma competencia pueda seguir produciendo y tú, no. 

La distribución, por su parte, seguirá presionando para mantener unos precios indignos para un producto como es la leche. La situación aquí, sin embargo, también ha cambiado sustancialmente. Ninguna de las grandes superficies de este país ni de toda Europa se pueden permitir el lujo de que un día alguien cuelgue en las redes sociales una foto con uno de sus lineales está desabastecido, nada mas y nada menos, que de leche. El Gobierno probablemente también debería tener en cuenta esta posibilidad si no quiere que cunda el pánico entre los consumidores como cuando desapareció el papel higiénico durante la pandemia. 

Lo paradójico de toda esta situación es que los ganaderos no tendrán que hacer nada para que sean los responsables de la crisis a la que se ha llevado al sector los que reaccionen de una vez por todas. 

Ahora ya no se trata de ser más o menos solidarios con el medio rural o con las 10.000 familias que viven del vacuno de leche. Ahora será cuestión de que todos ellos tengan en cuenta su propia supervivencia. Si no son capaces de pagar la leche al precio que cuesta producirla toda la cadena colapsará. Es cierto, que los primeros serán los ganaderos pero después vendrán las industrias, la distribución y los consumidores.