La industria láctea de nuestro país parece haberse cansado de ser la mala de la película en exclusiva y ha decidido que la distribución también tiene que asumir su papel a la hora de repartir responsabilidades por los bajos precios que reciben los ganaderos de vacuno de leche. 

Las declaraciones de los representantes de la patronal láctea sólo hacen que refrendar un secreto a voces y frente al que Agaprol OPL lleva clamando desde hace tiempo. El nuevo rumbo de las declaraciones de los responsables de Fenil describen a las claras una realidad y, además, cuentan con el respaldo de la Ley de la Cadena Alimentaria que recoge expresamente la necesidad de evitar la destrucción de valor en todos los eslabones de la misma. 

El diagnóstico está claro; en el proceso de conformación de los precios intervienen todos los actores de la misma y hasta ahora esa composición del precio se hace de arriba hacia abajo, eludiendo cualquier regla de mercado mínimamente razonable por la posición de dominio ejercida sobre los productores. 

La industria parece haberse dado cuenta de que mantener la actual situación sería lo mismo que acabar con la gallina de los huevos de oro que son para ella los productores impotentes para exigir un precio mayor por lo perecedero de su producción y la situación de dominio arrastrada desde hace décadas. 

El momento es crucial y tanto industria como administración tiene que sentar a la mesa negociadora a la distribución porque ya se dispone de las herramientas legales para hacerlo. No vale con describir el problema sino que se tiene que actuar. Por una lado, evitando repercutir las pérdidas de la industria sobre los ganaderos elevando el precio de venta a la distribución y, por otro, estableciendo un régimen de sanciones realmente eficaz que evite que saltarse la ley siga siendo más barato que los pingües beneficios obtenidos a costa de los ganaderos.