El año 2020 termina como uno de los más extraños e interasantes para el sector lácteo en el mundo y también en España- Extraño porque nadie podía imaginar que una pandemia de carácter global iba a provocar miles de muertos y el colapso total de lo que hasta el momento conocíamos como normal en términos sanitarios y económicos. E interesante en tanto en cuanto la sociedad y también los ganaderos de vacuno de leche han reaccionado ante la situación con sobrada profesionalidad como para atender las necesidades más inmediatas de una sociedad golpeada por los acontecimientos. 

Los ganaderos de vacuno de leche arrancaron el año con buenas expectativas de mejora en los precios a recibir por el fruto de su trabajo y fueron muchos los que a principios de año se lanzaron a las calles reclamando un trato justo por parte de la industria y la distribución. Este esfuerzo colectivo tuvo como respuesta la aprobación de algunas normas esenciales que se recogieron en el Real Decreto 5/2020 de Medidas Urgentes que terminaron con las referenciaciones a índices viciados y pusieron negro sobre blanco la obligatoriedad de comprar la leche por encima de sus costes de producción. 

El año 2020 no ha sido suficiente para que las buenas intenciones de aquel Decreto forzado por las manifestaciones en la calle se hayan hecho realidad pero 2021 llega para que entre todos consigamos que lo escrito se cumpla de una vez por todas. 

La pandemia también trajo consigo la paralización de la tendencia alcista en los precios. Las dudas sobre cómo iba a reaccionar el consumo y el mercado internacional hicieron que los precios, cuando menos, se congelaran e incluso bajaran en algunos casos. El tiempo ha corregido esa volatilidad de los primeros meses de pandemia y el último trimestre del año se ha vuelto a revelar alcista en los precios y, sobre todo, premonitorio de lo que ha de suceder con el precio de la leche en 2021. El aumento en el consumo y la condición de país deficitario en medio de grandes potencias que siguen produciendo a precios muy superiores a los nuestros deberían de ser suficientes argumentos como para vaticinar una subida. 

El año también se ha despedido con sorpresas en el ámbito de la alimentación de los animales. Así el crecimiento del precio de los piensos, con el maíz y la soja a la cabeza, parece que tampoco se van a frenar en los primeros compases de 2021 pero las garantías establecidas por ley con respecto a los precios de costes de producción también deberían de ser suficientes para corregir esa más que previsible situación de encarecimiento. 

2020 ha sido un año de incertidumbres y volatilidad derivadas de la pandemia pero también ha sido un año de consolidación normativa y de fortalecimiento de la capacidad de negociación de los ganaderos con las industrias. La labor de las Organizaciones de Productores ha sido y debe seguir siendo -como recomienda la propia Unión Europea- una de las piedras angulares sobre las que cimentar un 2021 que se estrena tan cargado de retos como de posibilidades.